domingo, 18 de diciembre de 2016

(Del Interior del Libro...)

Para diciembre de 2015 (INDEC), la población nacional argentina era de 43.5 millones y los empleados estatales eran 4.100.000; es decir: el 9,4% de la población; unas siete veces la cifra que había llevado a Marx a hablar de "cuerpo parasitario" y de "una Francia donde el Estado mantiene atada, fiscalizada, regulada, vigilada y tutelada a la sociedad civil". Repito: Marx, no Adam Smith. (Pág. 37.)

La civilización y la democracia son eso. Excepciones. Maravillosas y brillantes islas en el ancho y tormentoso mar de las tragedias históricas humanas. Una leve cáscara formada en los últimos ocho segundos sobre un cerebro que modelaron miles de milenios de vivir como bárbaros; como animales de manada (...) Es por eso que la racionalidad no puede y no debe ser descartada: el fascismo es la regla y está siempre a la vuelta de la esquina (...) (Página 42.)

La foto de la tapa de este libro proviene de ese diciembre; combina la foto de Cristina cantando y bailando con una murga en un acto oficial y burlándose de los "caceroleros", con las fotos de los saqueos que ocurrían en ese mismo día y en los que murieron alrededor de dieciocho argentinos (...) (Página 46.)

Para el kirchnerismo, y para el peronismo en general, el saqueo no es un acontecimiento ajeno al orden de las cosas, sino el orden mismo de las cosas. El orden peronista es un orden en el que los de arriba saquean al Estado y los de abajo saquean supermercados; un orden en que el movimiento propietario monopólico de la representación nacional y popular saquea desee el poder y organiza saqueos para volver al poder cuando no lo tiene. (Página 47.)

Recordemos las excusas e Cristina acerca de Once: "Si no hicimos más es porque no nos alcanzó el dinero". (Página 53.)

Se trata de una vieja tradición peronista, la de descalificar al adversario, al crítico, atribuyéndole el nombre de un animal: ayer, el gorila; hoy, el cuervo. Fiel sucesor, el kirchnerismo fue maestro en el arte de insultar a sus críticos sin responder a sus argumentos, apelando a sus oscuras motivaciones y usando algún epíteto del que luego es difícil despegarse. (Página 59.)

Y bien, entre 2005 y 2015, los fondos asignados a subsidiar el consumo de energía eléctrica se multiplicaron por 118. (Página 63.) Y bien, los subsidios a la energía de la Década SaKeada suman diez mil bolsos de José López, o más de un millón de valijas de Antonini Wilson, o 28.333 veces los dólares que se contaban cada día en la Rosadita. Una cifra descomunal, descontrolada, causada no por el robo directo sino por una asignación de recursos arbitraria y políticas públicas de pésima calidad. (Página 67.)

¿Diez veces más que la segunda provincia? Y bien, Buenos Aires recibió menos que Santa Cruz y es la provincia más poblada del país (15.594.428 habitantes), mientras que Santa Cruz (272.524 habitantes) es la segunda menos poblada. (Página 68.)

No es cuestión de nacionalidad ni de amor al país. Nadie invierte lo que se ganó trabajando o haciendo negocios honradamente si para ganar dinero hay que pactar con una mafia, si para sacar utilidades hay que saltar un cepo y si para importar insumos o exportar algo hay que someterse a los caprichos de personajes de Titanes en el Ring como Guillermo Moreno. Los que sí invierten son quienes saben dónde se meten y tienen algo que ocultar. (Página 70.)

No hay escape a las contradicciones del Relato: si la delincuencia nace de la injusticia social y la injusticia social disminuyó durante la Década Ganada, ¿cómo es que cada vez hubo más delincuentes y más violencia? (Página 74.)

Eso fue la Década Sakeada: Madres de Plaza de Mayo amparando el robo de delincuentes parricidas. Monjas que no son mojas recibiendo bolsos y armas largas en un convento de que no era convento. Un dragón con caja fuerte incorporada en el medio de una quinta, que un día sirve para guardar el cloro de la pileta y el otro día es una intervención artística. Estafas con medicamentos oncológicos, sillas de ruedas, canchas de hockey, cunitas para familias de bajos recursos. Lo que venga. Saquearon en nombre de lo más sagrado. Mancharon hasta los pañuelos. (Página 77.)

La tercera década peronista, la kirchnerista, repitió las modestas hazañas de las anteriores: un período de euforia, uno de melancolía y el último, de depresión. Significativamente, los tres grandes ciclos peronistas (Perón, Menem y Kirchner) de poco más o poco menos que una década, no lograron jamás un desarrollo industrial sostenible en el tiempo. (Página 105.)

"Me siento muy segura, muy tranquila. Estoy rodeada, en la villa 31, en ningún lugar más seguro hoy en día en la República Argentina, por lo menos para mí" (...) Difícil estar más de acuerdo con la Presidente. No quieren que no haya pobres. No quieren que sean clase media. Quieren que los pobres "vivan bien", lo que es una contradicción en sus términos. Y simulan que vivir bien es hacer más pisos tambaleantes en una casa de la villa en la que los pibes para la liberación jamás aceptarían pasar de una noche. No quieren que no hayan villas. Quieren que las casas de las villas sean de cinco pisos y tengan Direct-TV. (Página 137.)

Hay algo obsceno en que se considere que ver fútbol gratis por televisión es un derecho en un país cuyo Estado no puede garantizarle salud, educación ni seguridad a nadie. (Página 140.)

El total de la deuda pública argentina fue de los 63.250 millones de dólares de 1992 a los 123.366 millones de dólares de 1999, casi duplicándose, y siguió subiendo no sólo durante la Convertibilidad sino después de ella, durante el duhaldismo y el kirchnerismo. Y si en 2005 bajó bruscamente no fue porque nos hayamos "desendeudado" sino porque no pagamos (...) Así fue que en 2005 la deuda bajó a 129.227 millones de dólares a fuerza de defraudar jubilados italianos, desconocer compromisos, insultar a quienes habían confiado en el país en vez de pedirles disculpas, y establecer leyes draconianas que obligaron a los débiles y aislados tenedores de bonos a vender unos papeles que el Estado argentino declaraba que no valían nada a los compactos y poderosos fondos buitre, que se encargaron de hacerlos valer.
   Mientras Cristina mencionaba la palabra mágica "desendeudamiento" una cadena nacional sí y la siguiente también, al final de la Década larga y SaKeada la deuda pública llegaba al valor de 227.703 millones de dólares, el más alto valor nominal de la Historia. (Página 185.)

Como para la Dictadura, también para el kirchnerismo existían fuerzas ocultas que conspiraban contra el país. (...) La locura que nos llevó a pagar una fortuna a los grupos financieros tenedores de bonos en vez de cerrar un acuerdo razonable con los bonistas aislados fue cubierta bajo una fórmula: "fondos buitre". Le pagamos la deuda a Marsans para armar Aerolíneas Camporistas porque era imprescindible, decisivo tener una aerolínea de bandera. (Página 192.) 

No hubo ninguna revolución productiva K, como tampoco había habido una revolución productiva M. Hubo crecimiento, sí; pero un crecimiento mediocre cuya silueta fue la del habitual camello peronista. En la presidencia de Néstor; la primera presidencia de Cristina y la segunda presidencia de Cristina, crecimos mucho, poquito y nada, respectivamente. Lo que sí hicimos bien fue liquidar todos los stocks: nos comimos las vacas, desperdiciamos la energía, rompimos las rutas y no las reparamos, vaciamos las reservas y se terminó la fiesta. (Pagina 208.)

"Quiero comunicarles a todos los argentinos que el resultado de la operación final de enero de 2015 de Aerolíneas Argentinas arrojó un superávit total de 14 millones de dólares. Sí señores, ¡14 millones de dólares!", clamó la Presidente el 1° de marzo de 2015, en su último discurso ante la Asamblea Legislativa. Lamentablemente, esta performance de la línea estatizada para unir al país y volar donde las otras compañías no vuelan, fue concretada gracias a los aportes de tramos internos (Aeroparque-Resistencia y Aeroparque-Comodoro Rivadavia son las dos que más sumaron) pero se esfumó completamente con los 44.2 millones de dólares de déficit del tramo Ezeiza-Nueva York. Para no mencionar los 33.9 millones de dólares de déficit de Ezeiza-Miami ni los 189,8 millones de dólares del rojo total de los vuelos internacionales. (Página 252.)

¿Qué fue el sistema de poder kirchnerista, entonces? ¿Cómo calificar a su gobierno? La mejor respuesta me parece esta: el kirchnerismo, como su padre: el peronismo, fue un totalitarismo incumplido, fracasado, débil. Como tal, no ha conseguido establecer una verdadera dictadura, como sí lograron hacer Castro, en Cuba, y Chávez, en Venezuela; mucho menos un totalitarismo pleno como los de Hitler, Mao y Stalin. Aunque estuvo muchas veces a punto de ganarlas, perdió todas sus batallas fundamentales. No logró poner de rodillas al campo, ni expropiar a Clarín, ni entregar a los hijos de Ernestina Herrera de Noble a Estela Carloto, ni terminar de sitiar y rendir a la ciudad de Buenos Aires, ni quedarse con Telecom e YPF, ni instaurar el plan "Cristina Eterna", ni dejarle el poder a un Scioli custodiado por Zannini, ni entregarle la provincia al PeJota bonaerense y sus aliados mafiosos a través de Aníbal. (Página 293.)

En esto, como en todo, la Argentina K fue una variante de El Reino del Revés de María Elena Walsh, donde un ladrón es vigilante y otro, juez; en el que el juez de la Corte Suprema de Justicia alquilaba casas a proxenetas, y en el que dos y dos son tres, según datos oficiales del INDEK... (Página 320.)

Basándose en los enormes defectos de la Justicia argentina -especialmente, en su indudable sesgo discriminatorio en lo social- el kirchnerismo intentó sostener que la Justicia era un mero sistema de protección de los intereses de los poderosos y se propuso suprimirla mediante el abolicionismo zaffaronista, las presiones del Ejecutivo, la intervención de la corporación kirchnoperonista disfrazada de democratización, la conversión del sistema penitenciario en una enorme puerta giratoria, la creación del Vatayón Militante y la aprobación de códigos civiles y penales a la media del populismo. O lo hicieron conscientemente, como estrategia complementaria de la entrega de la provincia de Buenos Aires al narco de la mano Aníbal, o cometieron el mismo "error" que en los Setenta, cuando con similares argumentos apoyaron la destrucción de la Democracia por formal. Así empezó en los Setenta la larga cadena de hechos que terminaron en las peores violaciones de los Derechos Humanos de la Historia nacional. Y así terminó, treina años después y gracias al abolicionismo zaffaronista, la construcción del monstruo que amenaza la subsistencia de la Democracia y la vida civil en Argentina: el crimen organizado. (Página 322.)

Es esto, y no su manifiesta o encubierta adhesión al kirchnerismo, lo que se le reprocha a gente como Pablo Echarri, Gerardo Romano, Andrea del Boca y Luis Puenzo: el haber participado, obteniendo ventajas materiales, de un sistema que privó de sus derechos a miles de sus colegas e instauró una discriminación política que creíamos terminada en 1983 con la Dictadura. (Página 327.)

Eso fueron, esos son: ventajeros de la Historia por los que vale repetir la frase de Emerson con que comienza este libro: "Nuestras riquezas nos enfermarán, habrá amargura en nuestra risa y nuestro vino nos quemará la boca. Sólo aprovecha el bien que puede gustarse con las puertas abiertas, y que sirve para todos los hombres". (Página 335.)

Lo que hicieron tanto Menem como Kirchner -los dos grandes líderes peronistas que, como Perón, gobernaron el país por más de una década cada uno- fue provocar una llamarada de crecimiento basada en el consumo e insostenible en el mediano plazo. (Página 393.)

¿Adónde nos llevó el cinismo peronista? El cinismo peronista nos llevó a México, a la extensión del narcocrimen organizado a todo el territorio nacional, a la narcotización del país que descendió desde el Norte hasta Rosario y siguió de largo, invadiéndolo todo. ¿Adónde nos llevó el fanatismo peronista? El fantismo peronista nos llevó a Venezuela, a la demolición de las instituciones republicanas y su reemplazo por mafias y patotas, al debilitamiento terminal de las libertades y garantías individuales, y de la prensa y la justicia independientes. Cierto es que no fuimos México ni fuimos Venezuela, pero hace menos de un año era a esa combinación de lo peor de ambos países a dónde íbamos, en manos del peronismo k. (Página 402.)

No es que el peronismo esté con los que sufren. Es que sufren los que están con el peronismo. Si ponen a los peronistas a cargo del país, especialmente. Y sufren, sobre todo, los que más sufren; los más pobres, vulnerables y dependientes. Si hay algo imperdonable en el peronismo es lo que les hizo a ellos, los que menos tienen, y no a las clases medias y altas, que sólo son sus víctimas secundarias. (Página 493.)

El capitalismo moderno es un sistema basado en la competencia entre empresas que logran ganancias invirtiendo y modernizándose, ofreciendo trabajo digno y en blanco, respetando el ambiente, creando productos de cualquier tipo que la gente quiera comprar sin que el Estado le ponga una pistola en la cabeza, y pagando impuestos. Ningún país tiene todo eso, es cierto. Pero la Argentina no ha tenido nada de todo eso, sino todo lo contrario. Lo que hemos tenido es una casta empresarial reacia a invertir, entusiasta en negrear, lista para contaminar, que produce caro y malo, exige del Estado que obligue a los ciudadanos a comprarles y evade impuestos. No siempre, no todos, pero en una proporción más alta que en la mayor parte de los países de desarrollo similar al nuestro. Y la culpa no es de los capitalistas. La culpa es del Estado que creó las condiciones para que las relaciones incestuosas con el poder político fueran la clave para generar ganancias en Argentina. (Página 501.)

He aquí otra característica del populismo que el kirchnerismo llevó a su grado extremo: la incoherencia. Cómo habrá sido de grande la incoherencia K que hasta la ex kirchnerista Vilma Ibarra publicó un libro sobre las contradicciones de Cristina. Modestamente, propongo un cambio de perspectiva: acaso sea hora de pensar que no son incoherentes y estúpidos, sino que nos toman el pelo. Nos tratan como a chicos. Nos cuentan fábulas para dormirnos y después nos acuestan. La burla desenfadada, la frase sin sentido, la idea estentórea seguida de otra que la niega, las incoherencias y estulticias de tamaño sideral como la del "Hache-Dos-Cero", "La soja es un yuyo", "Hay diez quintiles", "Él está ahí, con el Arsat II, como en un barrilete cósmico", "Debo ser la reencarnación de un arquitecto egipcio", "Chicos, estamos en Harvard, no en La Matanza", "Bad information", "La diabetes es una enfermedad de ricos", "La carne de cerdo es afrodisíaca", etcétera, han sido demasiado frecuentes como para creer que se trató de simple estupidez, aunque no hay que descartarlo. Personalmente creo que decidieron desmoralizarnos demostrando que se puede gobernar este país haciendo locuras y diciendo barrabasadas. (Página 502.)

Tienen que ir todos presos, los ladrones. Pero no va a ser suficiente. Tienen que devolver la que se robaron. Pero no va a ser suficiente. Tiene que haber un gobierno que reconstruya el Estado (...) (Página 508.)

jueves, 15 de diciembre de 2016

(De Introduccción...)

Después de los videos de La Rosadita que no es rosada y del convento que no es convento donde monjas que no son monjas recibía a los enésimos peronistas que no son peronistas para que cuenten y pesen la que se llevaron todos, ya nadie puede alegar desconocimiento: hasta los más fieles acólitos de un tiempo balbucenan sus "No sabía", sus "No vi nada" y sus "Recién me entero". Ladrones, cómplices o justificadores.
(De Contratapa...)

Durante más de una década, la República Argentina disfrutó de las mejores condiciones internacionales de sus doscientos años de historia. Después de la terrible crisis de diciembre de 2001 y del salvaje ajuste económico de 2002, los esposos Kirchner llegaron al poder con el precio de la soja volando, en pleno crecimiento a tasas chinas y prometiendo manos limpias, nueva política, país en serio y distribución de la riqueza. Doce años después, la infraestructura quedó destruida, las reservas internacionales agotadas, la crisis energética explotó, la corrupción alcanzó niveles inusitados, el crimen organizado prolifera, el país sigue en default y un tercio de los argentinos vive en la pobreza.